La encontré una mañana otoñal.
Llevaba varios meses sin trabajo. aburrido y cansado de no hacer absolutamente nada.
Aquel día lluvioso cambie mi rutina soporífera del gimnasio por algo que llevaba un tiempo rondandome la cabeza.
Cogí mi cámara de fotos, me puse el chubasquero y me subí al autobús que lleva al viejo cementerio de las afueras.
Un centenar de impresionantes monumentos funerarios de todas la épocas me contemplaban.
Camine despacito empapándome la la paz del lugar y como no, también de la lluvia que poco a poco iba en aumento dejando caer las amarillentas hojas de los arboles sobre las mojadas lapidas.
Prepare mi cámara y enfoque a un enorme ángel con las alas rotas pero con una sonrisa gélida que te dejaba paralizado. El mármol ennegrecido por el tiempo le daba un toque aun mas terrorífico y siniestro si cabe.
Al tiempo que disparaba, unas heladas manos recorrieron mi espalda. Me estremecí hasta tal punto que pensé en correr sin ni tan siquiera mirar atrás.
Pero aun así muerto de miedo me gire.
Y la vi, mirándome como una niña mira a su madre, con esa mirada tierna.
En ese instante sentí paz, mucha paz como nunca antes había sentido.
Toque su fría mano y ....
LAS ALMAS QUE VAGAN POR MI CEMENTERIO
domingo, 27 de abril de 2014
jueves, 17 de abril de 2014
EN UN CAJON.
Igual que vamos dejando pasar las horas, los días y los años.
Así vamos dejando nuestra vida, si es que alguna vez nos perteneció, olvidada en un oscuro cajón.
Un cajón frío y solitario, lúgubre.
Un cajón tan desolado que solo la muerte con sus pálidas manos abrirá.
Aunque no lo pensemos llegara.
Y vendrá la primera noche, solos, cada uno en nuestro cajón de madera, enterrados bajo una una pesada capa de arena y cubiertos por una gran losa de granito.
Sin luz ni aire.
Solo una claustrofobica sensacion de ahogo sera nuestra ultima compañía.
Y a esa primera noche le seguirá la eternidad, una eternidad oscura y silenciosa.
Un olor a humedad invadirá el cajón, mientras que un olor a putrefacción saldrá de el.
Y veremos como en la gran pantalla, nuestra vida.
Felices momentos y otros no tan buenos estarán allí, con nosotros enterrado para siempre o hasta que la muerte apague el interruptor.
Así vamos dejando nuestra vida, si es que alguna vez nos perteneció, olvidada en un oscuro cajón.
Un cajón frío y solitario, lúgubre.
Un cajón tan desolado que solo la muerte con sus pálidas manos abrirá.
Aunque no lo pensemos llegara.
Y vendrá la primera noche, solos, cada uno en nuestro cajón de madera, enterrados bajo una una pesada capa de arena y cubiertos por una gran losa de granito.
Sin luz ni aire.
Solo una claustrofobica sensacion de ahogo sera nuestra ultima compañía.
Y a esa primera noche le seguirá la eternidad, una eternidad oscura y silenciosa.
Un olor a humedad invadirá el cajón, mientras que un olor a putrefacción saldrá de el.
Y veremos como en la gran pantalla, nuestra vida.
Felices momentos y otros no tan buenos estarán allí, con nosotros enterrado para siempre o hasta que la muerte apague el interruptor.
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